El otro balcón
Opinión por Carlos Manuel Juárez
“Él es de Mataulipas”. “¿Eres de Mataulipas? digo Tamaulipas jajaja”. “Allá está feo ¿verdad?” “¿Cómo es vivir entre los balazos?”. Estas son frases jodidas que los y las tamaulipecas tenemos que escuchar y tolerar al presentarnos ante nuevas personas o en la sobremesa con amigos de otros lugares. Para el resto del país -y eso que en Guanajuato, Michoacán, Jalisco, Nuevo León, Coahuila, Sinaloa, Ciudad de México, Quintana Roo, Colima, Zacatecas, Sonora el crimen campea- estamos apestados y apestadas por la barbarie.
Esta percepción hay que aceptarla y trabajarla desde la sociedad. Y los gobiernos deben admitir la realidad que nos marca desde hace décadas.
El gobernador Francisco García Cabeza de Vaca ha repetido hasta el cansancio que Tamaulipas ya no es el mismo de hace 5 años y medio. El Observatorio Nacional Ciudadano reconoce una baja del 28% en la incidencia delictiva estatal, específicamente del homicidio doloso, secuestro, robo a casa habitación, a domicilio y vehículos. El presidente Andrés Manuel López Obrador valida la baja en los indicadores. Allí sí están de acuerdo.
Aunque el estado de las cosas no es el mismo en los 43 municipios de la entidad, podemos decir que la gran mayoría de los y las habitantes viven bajo el yugo de la violencia. Por un lado, el Estado que busca proteger. Por el otro, los criminales que intentar delinquir y en ese complejo entramado han creado una base social usando el miedo y la pertenencia.
Por ejemplo, la semana pasada charlé con una persona de Nuevo Laredo -que por obvias razones guardaré su identidad- sobre la situación en la ciudad fronteriza. Al final de la charla me dijo: “tenemos miedo que entre otro grupo (delincuencial), porque los de aquí nos conocen, nos respetan, y si vienen de otros, de afuera serán sanguinarios y atacarán al pueblo”.
En esa misma plática, la persona admitió que su círculo cercano no se siente seguro con la llegada de cientos de militares y policías estatales al municipio. “Ellos no se van a meter cuando ‘levanten’ a alguien en el Oxxo o en la calle”, dijo.
Así las cosas en Tamaulipas, donde estos pensamientos y sentimientos -no generalizo- se han asentado en lo profundo de la psique de cada región y localidad según la experiencia al encontrarse con los grupos criminales y las fuerzas del Estado.
Claro que no es lo mismo en Tampico, Altamira y Ciudad Madero que en Reynosa-Río Bravo, Matamoros-Valle Hermoso, Nuevo Laredo-la ribereña. Ni qué decir de la zona centro, colocada dentro de la alerta máxima emitida el martes por el gobierno de Estados Unidos.
Tal vez la región con menos foco mediático es la Cañera -cuna del virtual candidato panista César Verástegui-, pero ahí desde mediados del año pasado hay una confrontación de baja intensidad por el territorio, especialmente en la frontera con San Luis Potosí.
La realidad no es una, son diversas situaciones que imperan en la entidad. El gobernador Cabeza de Vaca apunta su máximo logro a la seguridad en las carreteras, pero él y el presidente saben que la violencia golpea en la frontera y el centro. T
Desde fuera de Tamaulipas, 4 casos bastan para sustentar el “Mataulipas”: la masacre de migrantes en Camargo, la matanza en Reynosa, el intento de “Culiacanazo” en Nuevo Laredo y el asesinato de una familia mientras festejaban los 18 años de un joven en su casa en Victoria.
Pero, desde adentro, sabemos que no no todo es blanco y negro. Y, a la vez, que la realidad tan compleja y la violencia tan prolongada mantiene a la seguridad como la principal preocupación de la población con miras a la elección del 5 de junio. Los precandidatos Américo Villarreal, César Verástegui y Arturo Diez lo tienen claro. Los dos primeros tendrán que asumir los costos de lo que no han podido o querido hacer sus jefes políticos. El tercero, el candidato naranja, desde ya ha hecho uso de 2 problemáticas estatales para lanzar una narrativa asentada en las carencias más longevas de Tamaulipas: la seguridad y la identidad.
En un futuro ¿volveremos a ser tamaulipecos o seguiremos mataulipecos?
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