viernes, 26 de abril del 2024

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Crédito:INE
La veda electoral es un periodo demasiado extenso que solo fomenta la simulación de los actores políticos. Algo así como teatro o cine mudo en la época en que la comunicación fluye con mayor rapidez a nivel global, en la era de las redes sociales.

El Kiosko

Opinión por Héctor Garcés

La veda electoral, esa dizque etapa para la reflexión y el silencio de los protagonistas en campaña, es una reglamentación ridícula y absurda, una norma que pretende hacer creer que la democracia mexicana y/o tamaulipeca es sólida, moderna, pulcra.

En esta ocasión, debido a los ‘ajustes’ realizados por el supuestamente impoluto Instituto Nacional Electoral (INE) al calendario de la elección tamaulipeca, 51 días se prolongará una veda que, al igual que las precampañas, es simulación pura.

La ridiculez, el absurdo, está a la vista de todos, pero ‘la norma’ es propia del desinterés de una clase política descafeinada, de una autoridad electoral que observa con soberbia a la sociedad y de una prensa que critica otros temas a conveniencia.

¿Para qué sirve un periodo de pretendido silencio entre una precampaña y una campaña constitucional? ¿Qué es eso de una ‘inter-campaña’? ¿Por qué ‘parar en seco’ un proceso electoral? ¿Por qué tantos días para ‘la reflexión’? ¡¡¡Caray!!!

Volvemos al punto planteado en torno a las precampañas: si los partidos políticos y las coaliciones designaron precandidatos únicos, si no permitieron el registro de otros precandidatos -porque así fue, no lo permitieron, lo que es una franca conducta antidemocrática-, si los aspirantes ya están definidos, ¿entonces por qué no pasar de manera directa a la campaña electoral?

Tan fácil que sería que, como en el caso actual, en el proceso para elegir nuevo gobernador de Tamaulipas, si Morena y PAN, quienes encabezan las dos coaliciones, así como Movimiento Ciudadano, decidieron por un precandidato único, registrarlo, de inmediato, como candidato a la gubernatura del estado.

Sin embargo, todos los actores políticos prefieren jugar a la simulación con el propósito de dar la idea de que la democracia mexicana y/o tamaulipeca, al contar con tantas reglamentaciones, aunque sean totalmente absurdas, es ‘fuerte’ y ‘vigorosa’. ¡¡¡No, bueno!!!

Cierto, en este periodo, se supone, la autoridad electoral ‘revisa’ la cantidad y la autenticidad de las firmas recopiladas por los aspirantes a ser candidatos independientes y, por lo tanto, hay que darle tiempo para hacer esa tarea… pero, como ya se sabe, ninguno de esos ciudadanos alcanzó el porcentaje mínimo de firmas de respaldo. Todos quedaron muy lejos de la meta.

Aquí se apuntó en días pasados: las candidaturas independientes, que en su momento causaron revuelo y se pusieron de moda, al final se fueron al despeñadero tras el desastroso gobierno de Jaime Rodríguez Calderón, ‘El Bronco’, en Nuevo León.

Esa es otra realidad que nadie quiere aceptar: ni la autoridad electoral, ni la clase política, ni siquiera la élite de la sociedad civil.

Además, salvo algunas excepciones de la prensa, el periodismo nacional o estatal tampoco aborda el por qué las candidaturas independientes no interesan prácticamente a nadie a pesar de que los partidos políticos viven, a todas luces, una profunda crisis de credibilidad.

En este periodo de veda electoral los partidos políticos y las coaliciones no pueden realizar actos de campaña, ni difundir propaganda. Tampoco pueden hacer un llamado al voto ni publicar resultados de encuestas (esas ‘dichosas’ encuestas en las que ya nadie cree). 

Pero, la veda electoral sirve, sobre todo, para prolongar el silencio gubernamental en sus tres niveles, actores políticos -sí, todo gobierno es un actor político- a quienes se les prohíbe difundir su propaganda. Las administraciones locales, estatales y federal tienen que estar calladitos, lo que también deben hacer durante el periodo de las campañas.

Eso está bien ya que durante el arcaico sistema político priista, a lo largo de buena parte del siglo pasado, el gobierno hacía y deshacía en la época electoral. En ese entonces, la oposición, ya sea de izquierda o de derecha, no tenía oportunidad alguna de ganar en las urnas, salvo en escasas ocasiones en que los candidatos tenían un intenso arrastre popular.

No obstante, ahora, se ha caído en el otro extremo: al crearse una ‘veda electoral’, los tres niveles de gobierno no pueden difundir sus actividades (en este año, durante casi cuatro meses), con excepción de las campañas educativas, de salud y, en caso de emergencia, de protección civil.

Esa prohibición se prolongó unos días más con el proceso de revocación o ratificación del mandato presidencial, una especie de consulta que algunos califican de ‘ocurrencia’, mientras otros la consideran como una idea progresista que fortalece eso que los politólogos denominan democracia participativa.

En síntesis, la veda electoral es un periodo demasiado extenso que solo fomenta la simulación de los actores políticos. Algo así como teatro o cine mudo en la época en que la comunicación fluye con mayor rapidez a nivel global, en la era de las redes sociales.

La veda electoral es política ficción. Un engaño más de la ridícula clase política mexicana.

Y para cerrar

Aunque los gringos vendieron la idea de que ‘la Primavera Árabe’ se generó hace diez años a través de twitter, la verdad es que las revoluciones no se crean en la red social del pajarito azul.

Esa idea, enarbolada por el país de la bandera de las barras y las estrellas, se escucha muy democrática, pero la realidad es otra, más perversa y cruda, ajena a las masas, manipulada por unos cuantos con intereses muy definidos.

Esto se plantea en referencia a cierto movimiento tuitero suscitado en días recientes en el plano nacional.

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