Punto G(ire)
Opinión por Gire (@GIRE_mx)*
La reparación integral contempla medidas de satisfacción que consisten en la verificación y revelación de hechos violatorios de derechos humanos, así como en la realización de actos que conmemoren el honor y la dignidad de las personas. Entre dichas medidas se encuentra la disculpa pública, un acto institucional donde el Estado reconoce estos hechos y acepta su responsabilidad por ello. El pasado 11 de julio, Laura y Sergio recibieron una disculpa pública por parte de autoridades del Hospital “Lic. Adolfo López Mateos” del ISSSTE, por negativa de aborto. Les compartimos un texto en el que ella cuenta su experiencia.
No todas las historias de amor tienen un final feliz, algunas son enseñanzas y huellas que se quedan en el corazón y en la memoria por siempre. La pérdida de un hijo te deja una herida que, el simple hecho de mirar tu cuerpo, te recuerda que en algún momento fueron dos corazones juntos que latían en armonía en un ser. Que hay días y momentos que quisieras olvidar y pensar que fue una pesadilla de la cual no puedes despertar; que la realidad se distorsiona y se nubla la vista no sólo por el dolor sino de lágrimas que no dejan de brotar.
El día que recibí la noticia de que venías al mundo fui tan feliz… soñaba con tu carita, tu voz, tu andar y la responsabilidad que tendría contigo para cuidarte y amarte incondicionalmente. Crecía mi pancita como crecían las ganas de verte y besarte. Cuidaba más de mí porque ahora no sólo era yo, sino los dos. Ya tenías un nombre: Fer, porque nos dijeron que eras niña, aunque después fui feliz al saber que serías un hermoso niño. Platicaba contigo día y noche. Eras el bebé más consentido y el mundo se sacudía cada que sentíamos un movimiento tuyo.
A la semana número 23 llegó la noticia. Los doctores, con su particular forma de dar noticias malas, detectaron que algo estaba mal; eras tan pequeño y con tantas complicaciones… No podía ver claramente lo que pasaba. En ese momento sentí en carne propia lo que los papás de mis pacientes sentían a diario al ver a sus hijos enfermos, pasaron un millón de imágenes y, lo peor, sabía que tu corazón dejaría de latir muy pronto.
Para mí el tiempo se detuvo, todo era cámara lenta. Quería correr, gritar. Nadie podía engañarme o darme alguna esperanza de que las cosas cambiarían, que no fuera ese tu diagnóstico. Hice todo cuanto estuvo en mis manos para que no sufrieras. Fue en ese momento cuando la vida me dio el golpe más fuerte, me hizo ver las cosas diferentes.
Siempre he tenido el alma revolucionaria, defender mis derechos y respetar los de los demás, defender mis principios e ideales, y esta vez no sería la excepción. Empezó esta lucha con altas y bajas; a veces con fuerza, otros días sin ganas, pero con un solo objetivo: que ninguna persona viva lo que pasé. Se me negó un servicio de salud al cual tengo derecho porque mi descuento de nómina así lo dice. No contaban con los medios para atendernos y yo, siendo enfermera, sí, sin importar que mi vida corriera peligro. Era claro que yo no era de su familia y si vivía o no para ellos era irrelevante, porque estoy segura de que si yo hubiera sido familiar del subdirector del hospital no estuviera escribiendo ni contando mi historia.
Se me acusó y juzgó: mala madre, los hijos como Dios te los mande, asesina; demanda, de todas formas eso lleva mucho tiempo y no vas a resolver nada; busca dónde te atiendan, tú debes saber porque eres enfermera. Palabras más, palabras menos, aunque no eran golpes, duelen y te marcan. Me pregunto si en su momento pensaron en que efectivamente soy enfermera pediátrica, que no soy la mano derecha del médico, que mi segunda casa es un hospital y que tendría los medios para defenderme, que ante su abuso de poder y de las necesidades de los usuarios del servicio de salud (ISSSTE) tienes que aguantar y doblegarte a sus malos tratos, humillaciones y pésima administración por falta de recursos económicos o de conocimiento, que sería como millones de personas que se quejan del servicio, pero no hacen nada para un cambio.
Se equivocaron conmigo. Eso también lo hubiera analizado y discutido el Comité de Bioética que me juzgó y condenó sin saber el contexto de la situación, sin tener el conocimiento ni el derecho para decidir sobre mi cuerpo y mi vida.
Sé que Fer ayudó a que pusiéramos el caso en personas que sin ningún interés nos brindan ayuda, nos guían y defienden con respeto, conocimiento y responsabilidad. No sólo las personas que conozco y lo han vivido de mi lado, sino todos aquellos que están detrás y hacen posible que se haga justicia y se respeten los derechos y garantías individuales. Me ayudaron no sólo en términos legales sino en la forma de sobrellevar mi situación; invirtieron tiempo y dedicación para que se reconociera el daño que me causaron y así poder contribuir para que este caso y muchos otros no se repitan; que cada vez sean más las personas que alcen la voz, se defiendan y sepan que no están solas, que hay organizaciones en las cuales pueden confiar y poner un granito de arena para que no haya más abusos.
Desafortunadamente, mi bebé falleció. Siempre está presente en mi vida y la de mi familia. Me ha dado fuerza para defenderme, me puso personas maravillosas, humanas, honestas, inteligentes y responsables, cuyo único objetivo es defender los derechos reproductivos. Agradecemos infinitamente todas las atenciones que tuvieron con nosotros. Mi ahora esposo y mi familia no encontramos la manera de recompensar todo este tiempo. Sabemos que nada nos va a regresar a nuestro bebé, pero ustedes hicieron sentir un poco de confort y alivio, y que lo que pasamos mi hijo y yo no se quede en el olvido. Gracias infinitas a todo el equipo de GIRE y a la vida por dejarme ser mamá de un bebé demasiado perfecto para este mundo.
*Laura Solís, Mamá de Fer Ortega Solís, y Sergio Ortega, su papá.