Festejo del dolor

Columna invitada

Opinión por Maryan Escobar Manrique

8:43 am Berlín, casi 2 de la mañana en Ciudad de México, faltan 5 horas para que los más de 80 colectivos de familias de personas desaparecidas que conforman el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México (MNDM) se reúnan afuera de Palacio Nacional en el marco de la XI Marcha de la Dignidad Nacional para exigir a Andrés Manuel López Obrador nombrar a las casi (de acuerdo conlas cifras oficiales) 100,000 personas desaparecidas en México.

Pese a las mejoras en políticas públicas y un creciente interés (al menos, mayor que en los dos pasados sexenios) por resolver e intentar dar respuestas a las madres, hijos y familias que buscan a sus desaparecidos, parece que ninguna institución o ente político quiere asumir la responsabilidad de dar una cifra si quiera aproximada, son los colectivos quienes (una vez más) hacen el trabajo para el que ninguna persona quiere postularse. 

Suponiendo que solo son 100,000 desaparecidos, estamos hablando de que, por un periodo de 274 años, una familia continúa buscando a uno de sus miembros, pues son 100,000 los que no han sido encontrados y continúan repartidos entre escritorios de una burocracia incompetente.

274 entre 12 años desde ese 2010 del que nadie pudo volver entero significa que las familias y la colectividad que conforman están soportando 22 veces la fuerza de una carga que no debería llevar nadie en la espalda, en la salud mental o en la memoria.

¿Cómo le explico a un alemán que vivimos en una guerra sin nombre mientras intento encontrar desesperadamente traducciones para el repertorio léxico del horror adquirido en la adolescencia tamaulipeca?

Pienso en Violeta Parra, en los exilios ‘voluntarios’, y en que solo para nosotros, los de la izquierda y abajo del mapa parece no tener caducidad el que “no hay palabras en el mundo para explicar la verdad”, al mismo tiempo que me pregunto cómo decirle a mi madre que no hay nada que celebrar en este día, memorial de la llaga perpetua nacional, cuando ella es la que se levanta todos los días, casi anestesiada, para trabajar en Ciudad Mante, Cementerio Nacional.

Maryan Escobar Manrique. Artista textil, a veces escribo. Feminista. Dictadora en Verde Aquelarre. Madre de una gata. Tamaulipeca/guanajuatense que disfruta de pelearse con señores gruñones.

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