Columna invitada
Opinión por Maryan Escobar Manrique
Cuarenta personas detrás -por supuesto- del hombre de cartón se amontonan como chinches para intentar sostener la faramalla en que han convertido el fin de la vida de Ángel Yael.
Ángel Yael Ignacio Rangel, 19 años, estudiante de la Universidad de Guanajuato, primo de Moi, el amigo de Majo, es todo lo que sé de él y lo que con miedo a parecer una estúpida me atrevo a mencionar; la única verdad existe en los que tienen su nombre en la memoria, en el recuerdo.
Así, Ángel Yael se convirtió en el estandarte y la lucha de lo que algunos creíamos podría devenir en una segunda huelga, como aquella que empezó por Dany y terminó con resoluciones inciertas, un apilamiento de burocracia y firmas que encierran en su grandilocuencia la arrogancia de todo un estado.
El hombre acartonado que después de años se devela como títere, parece recordar su inmenso conocimiento en materia de derecho penal y procesal solo cuando el victimario no se trata de las instituciones que reciben financiamiento del mismo lugar de donde él paga candelabros de un millar de cristales y puertas automatizadas que eviten el embotellamiento de los egos paseantes que deambulan por el Edificio Central.
Utilizar la muerte de un estudiante, de Ángel Yael -te nombramos- como una catapulta de la miseria púbica adquirida por voluntad propia es una hazaña que solamente la ingenuidad que otorga el cinismo cree que puede lograr. Quien no conoce la rigidez de su autorretrato no puede concebir la ausencia de humanidad en el mismo.
Los medios de comunicación y los canales institucionales pertenecen a las familias, a los estudiantes, a un nosotros en el que ellos jamás se circunscribirán.
La justicia y la verdad es de su familia, no les están haciendo ningún favor. No existe la libertad en una verdad contada a conveniencia.
¿Alcanzarán los honorarios del quinto rector mejor pagado en el país para adquirir la canasta básica de los derechos humanos, de dignidad, de vergüenza?
Maryan Escobar Manrique. Artista textil, a veces escribo. Feminista. Dictadora en Verde Aquelarre. Madre de una gata. Tamaulipeca/guanajuatense que disfruta de pelearse con señores gruñones.