Seguridad, ¿agotada la estrategia afectiva de distracción?

Ruta Crítica

Opinión por Ernesto López Portillo

Desde inicios del sexenio de Andrés Manuel López Obrador he consultado con personas dedicadas a la investigación académica en Comunicación y he confirmado de manera consistente que la construcción discursiva del Ejecutivo Federal es y será caso de estudio en México y en el mundo. Más allá de compartir o no su proyecto político, parece haber un consenso según el cual la manera como este gobernante asumió en su persona el control casi total del mensajerepresenta un experimento único en la historia, al menos en algunas de sus características, de manera que los atributos personales del emisor del mensaje pesan más en la conversación que cualquier ponderación sobre su capacidad de gobernar. Mi ángulo de observación tiene que ver con la comunicación del gobierno federal vista desde la seguridad, la justicia y la construcción de paz.

He pasado por varias etapas en el análisis y al principio de la administración mi principal pregunta era cuál sería la narrativa en estos temas, habiendo el presidente anunciado que supervisaría directa y diariamente la política de seguridad. Además, cuando supimos que él hablaría al micrófono más que ningún otro jefe de Estado en la historia, la pregunta adquirió mayor relevancia porque un escenario posible era que el liderazgo presidencial incluyera un relato continuo, asociado a las decisiones y acciones de gobierno en estas materias. Si él iba a estar supervisando directamente la política de seguridad y además iba a dar mensajes sin parar, mi escenario más optimista era que se elevaran los estándares de transparencia y rendición de cuentas.

Nada de eso. El presidente enseñó desde 2019 varias decisiones muy claras: la seguridad, la justicia y la construcción de paz merecerían poco tiempo en sus relatos mañaneros, no entraría en detalles para justificar en estricto sentido ninguna decisión, se anclaría al relato de los índices delictivos, invisibilizaría las expresiones más graves de las atrocidades (señaladamente las desapariciones), daría un espacio inédito a los titulares de Sedena y Semar para informar las “buenas noticias” y, quizá lo más importante, usaría estos temas -al igual que muchos otros- para aplicar una estrategia afectiva distractora.

Entendimos en algún punto que al colocarse en el centro de toda la narrativa y soportado en una base monumental de la llamada legitimidad de origen, el ejecutivo federal apagaría a su gusto los interruptores de la rendición de cuentas y administraría él directamente los costos que hubiera ante la reprobación minoritaria.

Un salto cualitativo en el discurso fue cuando comenzó a negar las violaciones a derechos humanos en su gobierno. Ese mensaje enseñó y enseña una decisión de implicaciones tan importantes como graves. Asumo que él, como cualquier gobierno, decide negar de manera absoluta un problema no porque pueda comprobar su total inexistencia, sino para lograr un determinado impacto en la manipulación de las audiencias.

Las desapariciones pueden ser el ejemplo más contundente para demostrar que el micrófono presidencial ha sido un recurso extraordinariamente eficaz para invisibilizar fenómenos. Cualquiera puede comprobar la regular ausencia del tema en las conferencias temáticas mensuales sobre seguridad y en general en la narrativa presidencial.

En entrevista reciente expresé la hipótesis del agotamiento de la estrategia afectiva distractora. Sabemos que para muchas personas especializadas en la investigación sobre la llamada opinión pública, el hallazgo quizá más importante respecto a la estrategia discursiva de este presidente fue su inusitada capacidad para controlar la agenda de la conversación pública. Se ha hablado por años exactamente de lo que él ha querido que se hable, para decirlo claramente.

En esa entrevista de hace unos días pedí al periodista que recordara cuando toda conversación pasaba por el micrófono presidencial y luego lo invité a comparar lo que está sucediendo ahora, en especial respecto a las violencias.  Además, no pude evitar remembrar cuando un brillante analista político capacitó al Programa de Seguridad Ciudadana (PSC) de la Ibero en estrategias de comunicación políticay nos dejó desde el 2019 la inquietante hipótesis según la cual la seguridad no sería prioridad para esta administración federal.

¿Puede haber apostado López Obrador a mantener el tema al margen toda su administración, haciendo lo necesario para controlar la atención mayoritaria dentro de una lista de prioridades que no incluyó las violencias, la delincuencia y la impunidad? Y si fuera así, ¿estamos ante el agotamiento de esa estrategia, dada la imposibilidad de impedir la visibilidad provocada por la multiplicación de las atrocidades?

En mi concepto, el presidente en efecto logró y aún logra distraer a la inmensa mayoría empaquetando estos temas en las etiquetas que le han servido tanto, justo para no hablar de los problemas mismos; por ejemplo, si alguien afirma que el despliegue masivo del personal militar en muchos lugares no reduce las violencias ni la impunidad, la estratagema es no hablar de eso sino etiquetar como adversario a quien lo dice, logrando así que nadie o casi nadie exija la explicación del fracaso militar y en su lugar se censure a quien emitió el cuestionamiento. Distracción pura.

Cada quien tiene todo el derecho de vincularse afectivamente con quien se le dé la gana, el enorme problema surge cuando el vínculo es tejido desde la manipulación política para enterrar cualquier posibilidad de que el poder público se vea presionado y forzado a justificar, a rendir cuentas con base en el análisis de la evidencia.

Apenas el Índice Global de Delincuencia Organizada 2023 volvió a poner a México entre los primeros lugares de afectación por los mercados criminales y las violencias asociadas; a la vez, la narrativa presidencial ni siquiera acusa noticia.

Si en efecto está agotado el alcance de la distracción, qué sigue de cara a la polarización asociada a las elecciones en 2024 y cuántas personas, aún con la crisis humanitaria desfondada enfrente, seguirán bajo la pauta que les haga mirar hacia otro lado.

Ernesto López Portillo Coordinador del Programa de Seguridad Ciudadana de la Universidad Iberoamericana. Fundó y dirigió el Instituto para la Seguridad y la Democracia -Insyde- (2003-2016). Ashoka Fellow.+Derechos+Seguridad+Derechos.

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