miércoles, 24 de abril del 2024

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Así, con imaginación desbordada, me planto como personaje de realidad virtual en un debate a puertas abiertas, donde no hay preguntas ensayadas y respuestas que representan por sí mismas un sinsentido.

Estampida

Maryan Escobar Manrique

Escribo sobre un debate que se da en una latitud muy diferente a la que camino hoy, yo que aun conservo mis extremidades y conozco la fortuna y cuidados que se han tenido que conjugar para que siga existiendo como una sola cosa que se mueve, que se encuentra a una llamada de escuchar la voz de su madre y la risa de su sobrina, el murmullo de sus ambiciones y fantasías en la posibilidad latente de un futuro.

Escribo e imagino por un segundo, con la esperanza que me devolvió estar unos días, a penas, lejos de un cementerio vivo, del susurro colectivo que te llama, casi siempre, pero solo se percibe si la vida te arrastra a escuchar, a escarbar. Con distancia de por medio entre mis redes, mis amigas y una familia que he forzado a aceptar la angustia de tener una hija, una hermana o una tía que insiste en ir contra el sentido vital, en ser egoísta por no aprender a callar, porque saberlo hacer, cualquiera que hubiera transitado allá —nuestro aquí perpetuo— desde el 2010, lo sabe, de sobra.

Así, con imaginación desbordada, me planto como personaje de realidad virtual en un debate a puertas abiertas, donde no hay preguntas ensayadas y respuestas que representan por sí mismas un sinsentido.

Volteo hacia la derecha y veo colectivos, madres, cartulinas, mantas. La sonrisa de Graciela y la risa sarcástica de Josefina mientras sus manos reparten fichas, un poco incrédulas por ejercer ciudadanía dentro de un recinto lleno de milita(nt)res que pelean por protagonismo en un carnaval donde lo estúpido y lo absurdo se juegan la vida por el primer lugar.

Me veo acercándome sin el vómito atravesado en la laringe, con control total de mi temperatura corporal, en libertad. Guardando carpetas con cifras del Secretariado Oficial, sin necesidad de argumentar mi presencia, de justificar la audacia de cuestionar.

Tranquila, casi muda, pregunto, a la manera que Kiana lo hizo con el ser mujer, ¿cómo vamos a sanar el trauma colectivo de haber vivido en Tamaulipas?

Maryan Escobar Manrique. Artista textil, a veces escribo. Feminista. Dictadora en Verde Aquelarre. Madre de una gata. Tamaulipeca/guanajuatense que disfruta de pelearse con señores gruñones.

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