Nunca más
Opinión por Jacobo Dayán
Las violencias que ahogan al país no cesan. No hay semana en la que abunden crímenes que por sí solos deberían paralizar a la opinión pública y obligar a la clase política a actuar. Eso no ocurre.
El horror ya es parte de la escenografía. Algunos eventos de los últimos días: balaceras, bloqueos y quema de camiones en Nuevo Laredo, masacre en San José de Gracia, familiares de personas desaparecidas hacen el trabajo del Estado y recuperan setenta cuerpos en fosas de Jalisco y nueve en Sonora, tres mujeres asesinadas en Oaxaca, se siguen acumulando los asesinatos de periodistas y de defensores de tierra y territorio. Cada uno alcanza notoriedad por horas o unos cuantos días. Luego, nada. Luego, el siguiente.
El gobierno en turno, cualquiera que este sea, minimiza o niega las violencias. Intenta rápidamente cambiar la conversación con frases huecas como “se investigará” o deteniendo a presuntos autores materiales dejando intactas las redes criminales y de protección política que permiten la continuación del horror.
Tanto el gobierno como la oposición abordan las violencias generalizadas y sistemáticas como si se tratara de miles y miles de casos aislados y como parte de la agenda por mantener o llegar al poder. Nunca hay propuestas y nunca se hacen cargo del horror y la impunidad. Buena parte de la opinión pública también se suma al respaldo o golpeteo a políticos sin exigir un fin a la impunidad y las violencias. Resulta más relevante para tirios y troyanos, opinión pública incluida, criticar o defender al presidente o gobernadores que abordar seriamente las violencias. Buena parte de los medios también se centran en el escándalo dejando a un lado el fondo del problema.
Lo mismo ocurre con la impunidad sistémica. Parece más relevante la estridencia mediática alrededor del Fiscal General de la República que la impunidad sistémica y casi absoluta, esa no indigna, no preocupa. Al Fiscal se le evalúa por sus escándalos y no por la impunidad. La impunidad y el control político de la justicia que realizan gobernadores y el presidente también es visto como parte de la escenografía.
El Estado ha decidido que la política a implementar ante las violencias es la militarización de la seguridad y pedir disculpas aquí y allá. Esto ha venido ocurriendo por tres sexenios sin importar qué partido gobierne. Las disculpas públicas que no vienen acompañadas de verdad, justicia y no repetición, se convierten en políticas perversas.
Ahora llegamos a un punto todavía más siniestro. Cualquier señalamiento, interno o externo, sobre las violencias y la impunidad es considerado un ataque o una injerencia golpista. Cerrar filas les resulta más importante que las violencias y las vidas arrebatadas en total impunidad.
El gobierno sufre de una paranoia severa. A este paso acabará radicalizando más su ideología de “pureza” e implosionando como ha ocurrido en el pasado con todo movimiento y gobierno sustentado en teorías del complot y grandes “transformaciones”. Mientras eso ocurre, el país se desangra, la democracia se erosiona y el horror se niega o normaliza.
Jacobo Dayán. Especialista en Derecho Penal Internacional, Justicia Transicional y Derechos Humanos. Se desarrolla como docente, investigador, conferencista, activista, analista, columnista y consultor tanto en México como en el extranjero.