Catalejos
Opinión por Miguel Domínguez Flores
La conformación de la alianza “Va por Tamaulipas” vino a acelerar un proceso definitorio para el PRI.
Como era imposible lograr la gubernatura por sí solos, decidieron respetar la inercia nacional para sumarse al PAN y al PRD con el objetivo de volver al poder, así sea de manera compartida -por así decirlo, en realidad sólo tendría acceso a unas cuantas posiciones-.
Pero de no haberlo hecho, hubieran tenido que meterse al lodo para competir por el tercer lugar en las preferencias estatales, y ahondar aún más la crisis que explotó en junio del 2016 con la derrota de Baltazar Hinojosa.
(Una alianza con Morena, aunque sugerida por un sector del priísmo, era inviable en el ajedrez político nacional).
Esa suma con Acción Nacional obligó a muchos cuadros del PRI tamaulipeco a definir posiciones, o en todo caso a confirmar la simpatía que ya habían insinuado desde hace algún tiempo.
Para ilustrar esta circunstancia sirve el caso de dos fronterizos que han ocupado posiciones de privilegio en su partido, y que compitieron en los procesos internos de selección de candidato para la gubernatura del estado.
En el 98, cuando se preparaba la sucesión de Manuel Cavazos Lerma, Oscar Luebbert y Marco Antonio Bernal se registraron en la contienda que al final ganó Tomás Yarrington.
Hoy, el de Reynosa juega a favor de Américo y el de Matamoros a favor del “Truko”; la aportación que pudieran hacer uno y otro para sus respectivos candidatos puede ser materia de debate, pero lo cierto es que se trata de dos personajes importantes para el PRI de principios del siglo XXI.
Más recientemente, en el 2016 Bernal se quedó cerca de la candidatura que al final fue para Baltazar Hinojosa, y un año después, en el 2017, Luebbert compitió por dirigencia del PRI contra Sergio Guajardo, quien ganó esa consulta a la base, y cuatro años más tarde recibió un nombramiento en la Secretaría General de Gobierno de la actual administración estatal.
¿Están Luebbert y Bernal en las antípodas de la lucha ideológica? Para nada, más bien son 2 priístas que en los últimos años han tomado sus decisiones en base a circunstancias muy particulares.
Desde que Baltazar fue nombrado candidato, cerrando cualquier espacio a sus ex contrincantes, y fracasó en su intento por llegar a la gubernatura, Bernal pintó su raya y se acercó, así sea por omisión, al panismo que todavía manda en Tamaulipas.
Luebbert, enfrentado desde hace décadas con el cabecismo, encontró en Morena el espacio para seguir librando sus batallas personales.
Ambos pertenecen a una generación que saboreó en su apogeo las mieles del poder absoluto que detentaba su partido, y que ya deben estar pensando en el retiro.
En todo caso, también valdría la pena preguntarse qué motivaciones llevarían a los jóvenes priístas -existen, aunque usted no lo crea- a decantarse por la alianza formal que firmó su partido o a jugarle la contra apoyando a la llamada Cuarta Transformación.
¿Protagonizarán la resurrección de su partido, alargarán su agonía, o serán sus sepultureros?