jueves, 25 de abril del 2024

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Hay quienes aseguran que esta elecció se decidirá 'el Día D', a partir de la movilización ('el acarreo'). Esa idea es promovida con insistencia por los 'operadores políticos', quienes, gane o pierda su candidato, se llevan una 'tajada' millonaria.

El Kiosko

Opinión por Héctor Garcés

Todas las elecciones son diferentes. Todos los procesos electorales son distintos. Eso es lo que dicta el manual y, sobre todo, la historia de las campañas.

La elección por la gubernatura de Tamaulipas en 2022 será distinta a las anteriores contiendas en las urnas por un simple hecho: es lo único que está en disputa, el Poder Ejecutivo estatal, la silla principal del Palacio de Gobierno de Ciudad Victoria.

En el cada vez más cercano 5 de junio no habrá ni una presidencia municipal, ni una diputación local, ni sindicaturas y regidurías en juego. Nada, absolutamente nada.

Los electores tamaulipecos saldrán a votar solamente por quien quieran que sea el próximo gobernador de Tamaulipas. Nadie más será electo. Solo habrá una boleta electoral. Solo existirá una urna en la casilla. Será una votación singular.

A diferencia de otras elecciones por la gubernatura del estado, en la que se disputaron a la par los 43 ayuntamientos y la renovación del Congreso estatal con sus 22 diputaciones locales de mayoría relativa y 14 más de representación proporcional, en esta ocasión el único cargo de elección popular por el que decidirán los ciudadanos será el de gobernador.

Por tanto, las campañas electorales de los 3 candidatos (ningún independiente -una figura política que se devaluó con rapidez- pinta para estar en la boleta) se desarrollarán de manera muy diferente a las del pasado.

De entrada, estas campañas electorales deberán hacer uso de una planeación estratégica bien definida con el objetivo de tratar de que sus candidatos ‘estén’ en todo el estado, aunque en realidad, solo visite uno o dos municipios por día.

Eso será parte de la complejidad y de la singularidad de esta elección para las coaliciones ‘Juntos Hacemos Historia por Tamaulipas’, integrada por Morena, PT y PVEM; y ‘Va por Tamaulipas’, conformada por PAN, PRI y PRD; así como para Movimiento Ciudadano, partido que competirá sin aliados en la jornada del primer domingo de junio de este año.

Hay quienes aseguran que esta elección por la gubernatura tamaulipeca se decidirá ‘el Día D’ a partir de la movilización (‘el acarreo’) de ciudadanos que se realice a través de las ‘estructuras territoriales’.

Esa idea o esa hipótesis es promovida con insistencia principalmente por los ‘operadores políticos’, quienes, gane o pierda su candidato, se llevan una ‘tajada’ millonaria de dinero a sus bolsillos, ya que la mayoría de las veces los recursos ‘para mover a la gente’ no llegan a su ‘destino’.

En fin, esa es otra historia, un viejo cuento de los corruptos orígenes priistas, pero que panistas y morenistas replican en la actualidad como si fuera verdad absoluta, casi una cita bíblica.

Claro, las estructuras territoriales son un factor importante en toda contienda electoral (nadie las puede desdeñar), pero no es el único, ni tampoco es un elemento determinante en ‘la Era del Malestar’, una época en la que muchos ciudadanos salen a votar por su propio pie, conscientes de lo que quieren y, de acuerdo a las tendencias de estos tiempos convulsos donde predomina el enojo, votan por un cambio y no por la continuidad.

Se reitera: cada elección es diferente, cada campaña electoral es distinta. Quien diga que existe una receta para una campaña, miente.

Un ejemplo concreto: Lo que funcionó hace seis años para Francisco García Cabeza de Vaca hoy no es útil, ya no funciona. La señal de ‘los cuernos’ cabecistas contaba con un significado de cambio profundo hace un sexenio. Hoy el significado es otro, de percepción negativa.

Las circunstancias políticas y sociales de hace 6 años son muy distintas a las de 2022. Eso debe quedar claro. Algunos dirán que el estado avanzó. Otros pensarán que retrocedió. Unos más afirmarán que los beneficiados fueron, como suele suceder, unos cuantos, un pequeño círculo, una nueva elite familiar que, gane quien gane, tendrá que dejar el estado.

La realidad es que Tamaulipas no es la misma entidad de 2016. Ni México es el mismo país de ese entonces. Este ya no es el sexenio de ese mequetrefe llamado Enrique Peña Nieto. Este es el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, un gobierno que se caracteriza por la concentración del poder en Palacio Nacional.

Así es: AMLO quiere llegar al 2024 con la mayor cantidad de gubernaturas en sus manos (al fin conquistas territoriales) para dejar a su sucesora (sí, a su sucesora) en la Silla del Águila.

Este factor, el escenario nacional, contará muchísimo, tendrá un peso específico e incluso podría llegar a ser determinante en el resultado de la elección estatal del 5 de junio (algo que se niegan a ver los falsos analistas del acontecer tamaulipeco).

Por supuesto, el perfil del candidato es otro factor decisivo en el juego democrático. Todo candidato tiene sus fortalezas y sus debilidades. Algunos saben comunicar y otros no. El tema de la comunicación, ya sea por las caóticas redes sociales o a través de los medios tradicionales (con impacto digital), será fundamental sobre todo en los 60 días de campaña.

En ese contexto, el candidato que quiera ser el próximo gobernador de Tamaulipas debe salir decidido a convencer a los ciudadanos de que voten por él… pero también debe saber qué es lo que quieren los tamaulipecos en los años por venir.

Cuando el futuro del Nuevo Santander está en juego, solo existe una certeza en la ruta hacia el 5 de junio: la elección 2022 es diferente a todas las anteriores.

Y para cerrar

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