Que cada nota sea una declaración de las luchas que elegimos

Crédito: Revista Anfibia

Columna invitada

Opinión por Tania L. Montalvo (@tanlmont)

Capítulo del libro Futuro Imperfecto, hacia dónde va el periodismo**, que reúne a 15 editorxs y directorxs de los medios más influyentes de hispanoamérica para contar cómo ven el futuro del periodismo. En esta entrega, la autora plantea que el periodismo no puede hacerse sin abrazar causas y posicionarse ante las injusticias.

Cuando la crisis por el nuevo coronavirus alcanzó a México, la decisión del gobierno fue reconvertir hospitales públicos: equiparlos para solo atender a enfermos de COVID-19 y enviar al resto de los pacientes a otras unidades médicas, sobre todo privadas.

Siete meses después de ejecutada esa decisión, Animal Político investigó los efectos y publicó una serie de reportajes que cuentan que la muerte materna creció un 50% –porque se dejó de atender a las mujeres embarazadas en el sector salud–, que subió el nacimiento por cesárea –ya que prácticamente se eliminó la opción de tener partos naturales– y que las consultas prenatales cayeron a la mitad.

La pandemia agravó la desigualdad de género, fue la conclusión. Pero entonces algunos lectores –la mayoría hombres, claro– comentaron en redes sociales: ahora resulta que la epidemia es machista, opresora y patriarcal. La pandemia tiene mayor mortalidad masculina, y aún insisten en gritar que ustedes (mujeres) son las víctimas más afectadas.

¿Fallamos para algunos lectores al dedicar un reportaje especial solo al impacto de la pandemia sobre las mujeres? La respuesta corta es no. Pero vale la pena mirar a fondo las motivaciones que tuvimos y el camino que tomó llegar a la decisión editorial de hacerlo.

Y es que la discusión sobre la fuerza que debe tener nuestro statement feminista como medio de comunicación –y el mío, como editora– no solo es con lectores, también es con nuestros periodistas.

Ellos también tienen dudas y cuestionan. Un ejemplo. Mujeres en el Día de Acción Global por un Aborto legal y seguro caminaron durante apenas diez minutos en la marcha convocada en la Ciudad de México hasta que se encontraron ante un cerco de policías que rápidamente las rodeó y frenó su paso. En segundos les quitaron su derecho a la protesta y a la libre manifestación. La crónica publicada dice, en el primer párrafo, que un “operativo de represión” las frenó.

Dentro de la redacción se encendieron alarmas en contra y de disenso. Algunos consideraron que la frase era exagerada y que editorializaba, ponía a víctimas (ellas) y victimarios (policías y autoridades) en la narración, alejando a la crónica de los hechos.

Incluso recurrieron a la definición del diccionario para fortalecer el argumento: “Represión es un acto desde el poder para detener o castigar con violencia actuaciones política o sociales”. Que no era el caso de la marcha, dijeron.

Y entonces, de nuevo la pregunta, ¿fallamos al hacer una cobertura así? No. Como medio de comunicación veíamos un acto de represión y de supresión de derechos.

¿Estamos dejando fuera a un grupo de lectores y de periodistas que piensan distinto? Quizá. No creo que se trate de una discusión sobre activismos versus periodismo. Pero sí sobre lo que el periodista es, ya no es y debería ser.

De la anestesia a la contraofensiva

Dice el filósofo croata Srecko Horvat que cada vez es más difícil captar la atención de los públicos. Que la inmediatez, la lucha por la propiedad de datos personales, las plataformas con formatos de contenido cada vez más cortos, los presidentes que comunican a base de tuitazos, han provocado un agotamiento en las audiencias.

Y es que hay tanto por ver, y tantas opciones para verlo, que a cualquiera cada vez se le complica más elegir un contenido hasta para el tiempo libre. Ahí está la batalla que han emprendido plataformas de streaming, ¿con cuál irse?

Desde el ejercicio de los medios de comunicación, somos parte de una batalla similar: ganar audiencias en Facebook, Twitter, Instagram, LinkedIn, Reddit, YouTube, TikTok, Snapchat… y sus variantes de post, stories, reels.

Por ello es que Paula Sibila habla de nuevos consumismos: cómo la tecnología nos hace quererlo todo y nunca estar satisfechos. En su conferencia “La vida online: cambios históricos más allá de las tecnologías” que impartió en noviembre de 2020 en la Beca Cosecha Anfibia, la antropóloga argentina decía: “Vivimos cansados, decepcionados, ilusionados por más y sin tenerlo”.

Más talleres, conferencias, mejorar la capacitación en el plano profesional, más lugares por visitar, más lecturas, más documentales, películas, series, podcast, libros, recetas por hacer, habilidades por aprender. ¿Cómo no caer en la tentación de ese Webinar?, ¿o de aprender a tejer y a tocar el ukulele después de ver fotografías en Instagram y tutoriales en YouTube?

Nunca lograremos tenerlo todo

¿Alguien puede culpar a los lectores por sentirse cansados? Y las consecuencias de ese agotamiento no se quedan en el ocio. Son mucho más intensas y profundas en lo social, en el ejercicio de la ciudadanía y exigencia de derechos.

Para ejemplificarlo vale la pena ligar con un concepto de la doctora en Filosofía Sayak Valencia: la anestesia social en las emociones del espectador. En el conversatorio que los integrantes de esta Beca Cosecha Anfibia tuvimos con ella en septiembre de 2020, Valencia mencionó: “la imagen del asesinato importa más que el asesinato mismo y disminuye la intención de denuncia. Lo instantáneo quita valor al fondo”.

Valencia se refiere a cómo en un contexto de violencia como el que desde hace décadas caracteriza al norte de México, “el bombardeo masivo de imágenes ultra violentas” provoca esta anestesia. Una especie de máscara protectora contra la realidad, lo que desmoviliza la crítica social, la acción y la denuncia.

En esa carrera por llenar y ganar los nuevos consumismos, ¿no son cada vez más los medios de comunicación y periodistas que saturan con información que normaliza las violencias, la injusticia, el despojo y el privilegio? Sí, lo sabemos.

Pero para evitar que se normalicen el machismo, el racismo, la desigualdad o la represión policial no es suficiente con solo ser un periodista que está en contra de la imagen morbosa o el titular escandaloso. Eso ya debería ser obvio y estar superado.

Si no queremos fallarle a la audiencia y combatir esa “anestesia social”, nuestra tarea es ser periodistas que se involucran y son parte de la lucha para cambiar sistemas. Esa es la batalla que debemos emprender. Y hacerlo implica que nuestra cobertura sea una declaración clara y directa sobre las ideas que apoyamos, aun cuando haya lectores que se opongan. Un feminicidio es violencia por razón de género, no un asesinato que deberá ser investigado y, nunca, un crimen pasional.

Hay otra tesis de la filósofa mexicana Sayak Valencia que es útil para detallar cómo debería ser el periodismo que trabaja contra la desigualdad, la injusticia y la anestesia social de las emociones. Ella habla de la importancia que tienen los grupos civiles para crear resistencia y convertirse en contraofensiva ante la “sensibilidad snuff” o una nueva representación de la violencia, que la utiliza para quitar valor a las víctimas.

El periodismo no puede ser menos que un aliado de esas contraofensivas. De colectivas feministas, antirracistas, por los derechos de trabajadores, de búsqueda de desaparecidos, de víctimas de la violencia. Pero hay un matiz clave que hace la diferencia entre hacer una nota o convertirla en contraofensiva.

Se trata de llevar el trabajo periodístico con compromiso y no solo como cobertura. Y que de verdad se note.

Que quien nos lee sepa que somos feministas y combatimos la desigualdad, el racismo o la injusticia; y no siguiendo la regla de lo que se ‘cancela’ a base de tweets y la viralidad, sino desde lo que se investiga, se sustenta, narramos y hacemos nuestro.

La idea de simplemente ‘cancelar’ o borrar del debate lo que se presume incorrecto o incluso aquello que realmente atenta contra derechos como movimientos antivacunas o negacionistas de la crisis climática no es el camino. En realidad, eso deja un vacío sobre nuestra responsabilidad con los lectores, como lo plantea la doctora en Antropología Mara Viveros Vigoya: para combatir estas voces y dar a entender por qué son machistas, racistas y xenófobas primero hay que nombrarlas, y luego contar cómo sus privilegios imponen posiciones de dominación.

Lo terrible es no nombrarlos, dice Viveros Vigoya. “Es muy importante escuchar cuál es su lógica para poder contextualizar, relativizar y desafiar este tipo de voces. Hay que hablar de los privilegios de la burguesía, hablar de los privilegios de la blanquidad o de la heterosexualidad. Es muy importante incluir en nuestros trabajos estos lugares de dominación para entender cuál es su lógica”. Deconstruir para desafiarlos.

Periodismo, solidaridad y esperanza

Esta discusión no puede dejar fuera que los privilegiados muchas veces somos los mismos periodistas. Ser medios nativos digitales que en el acceso a internet cuentan con ventaja, estar situados en capitales, con hombres, blancos, heterosexuales, en las posiciones de dominio.

¿Cómo abordar desde las redacciones la posición de ser contraofensiva y comprometerse con las resistencias y no solo con una cobertura? ¿Cómo no dejarse llevar por multitudes que exigen cambios y que, al no recibir las respuestas que desean escuchar, quieren dejarnos fuera?

Dice Vandana Shiva, la activista india, ecofeminista, filósofa y doctora en Física que es imposible luchar contra un sistema opresor si no es a través de círculos de solidaridad: esos círculos se pueden construir y amplificar con el trabajo de “grandes redes de pequeños periodistas”. Redes que compartan valores y luchas y sean propulsoras y no freno de esos movimientos de resistencia. Si los periodistas no son parte de esos círculos, ¿cómo cumplen con su labor fundamental de servicio a la ciudadanía? No es posible.

El feminismo, por ejemplo, es un círculo de solidaridad al que las periodistas deberíamos pertenecer, entender, pero también cuestionar desde nuestras propias violencias. Primero, desde y en la redacción. Luego, con las historias que elegimos.

No es contar una historia de cambio, es ser parte de ella. Es hacer un periodismo personal, cercano, humano, responsable. No uno que solo se apropie de historias que no nos pertenecen. “El buen periodismo no es poner dos posiciones (encontradas)” y que el lector decida cuál tomar, dice Silvio Waisbord, doctor en Sociología e investigador sobre los medios y el periodismo. ¿Cómo sobreponernos al pesimismo y a la sensación de distopía en la que vivimos?, cuestiona Waisbord. Solo con un periodismo que nos permita practicar una “filosofía de la esperanza”.

Un periodismo que es resistencia y contraofensiva, y que va más allá de nosotras mismas y de nuestros privilegios. Hacemos lo que creemos, cubrimos y nos comprometemos, luchamos y resistimos. Somos, hacia dentro y fuera de las redacciones, las batallas que damos en contra de la injusticia.

¿Fallamos cubriendo una pandemia que se enfrenta con políticas públicas que regresan a las mujeres a la cocina, les avienta el trabajo de cuidado y las abandona en el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos? No. Es la batalla que damos contra la violencia obstétrica y la desigualdad.

¿Estamos dejando fuera a un grupo de lectores y de periodistas que piensan distinto? No. Después de escucharlos, nombramos y desafiamos sus machismos. Ese es el periodismo que construye e incide.

Que cada nota sea una declaración de las luchas que elegimos.

Tania L. Montalvo. Subdirectora editorial de Animal Político.

15 editorxs y directorxs de los medios más influyentes de hispanoamérica cuentan cómo ven el futuro del periodismo. Futuro Imperfecto, hacia dónde va el periodismo reúne un compromiso colectivo, el de abordar una profesión en crisis con optimismo crítico y pasión por seguir informando. Fue producido en el marco del programa de formación internacional Beca Cosecha Anfibia, en el que se realizaron clases magistrales e intercambios exclusivos con referentes del pensamiento contemporáneo global como Srecko Horvat, Mara Viveros Vigoya, Cristina Rivera Garza, Silvio Waisbord, Anabella Rosemberg, Vandana Shiva, Markus Gabriel, Yuk Hui, Inés Camilloni, Sayak Valencia, Jaime Abello, Paula Sibilia y Helen Hester. Además de estos encuentros, lxs becarixs participaron del SPA, Sensaciones Periodísticas Anfibias, un salón virtual coordinado por el periodista Cristian Alarcón, creador y director de Revista Anfibia y Cosecha Roja, para seguir aterrizando ideas. La experiencia se plasmó en Futuro imperfecto: ¿Hacia dónde va el periodismo?, el primer libro de la colección Futuro Anfibio, dirigida por Leila Mesyngier, coordinadora editorial de Revista Anfibia, y publicada en UNSAM Edita.

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