Nunca más
Opinión por Jacobo Dayán (@dayan_jacobo)
El corazón del régimen político mexicano es el control político de la verdad y la justicia. Se pretendió realizar la transición a la democracia sin pasar por la justicia y ahora se habla de una transformación sin justicia. La justicia parece ser algo irrelevante o inalcanzable.
Llevamos tres lustros viviendo una violencia desmedida y jamás se ha pensado que la justicia es un elemento central para la seguridad. En lugar de ello, se ha preferido recurrir a la fuerza militar y nunca voltear a ver a la impunidad. Las cifras son de horror. Más de 30 mil casos de tortura, más de 95 mil personas que continúan desaparecidas y casi 400 mil asesinatos. Tan solo hay alrededor de 43 sentencias condenatorias por tortura, 50 por desaparición y 40 por homicidio cometido por servidor público. En este puñado de casos, la justicia se pretendió hacer sobre autores materiales dejando impunes a los mandos superiores y por lo tanto las redes violentas jamás se desarticulan, ni siquiera se investigan.
Sabemos que la corrupción es un enorme problema. Se ha pretendido resolver, de menos en el discurso, pero no hay desmantelamiento de redes producto de investigaciones judiciales sólidas.
Se entiende la justicia como la exposición mediática de la atención de casos emblemáticos. De mucho análisis político y poca investigación judicial. De mucho ruido y pocas sentencias. Cuando las investigaciones periodísticas revelan actos de violencia o corrupción, la salida, en el mejor de los casos, es la destitución, pero no la justicia.
Ante los múltiples problemas que genera la impunidad, la solución, más bien la simulación, se centra en cambios institucionales y seguir haciendo más y más leyes, sabiendo de antemano que la impunidad continuará. La clase política no hace nada serio, absolutamente nada, por reducir la impunidad y garantizar el Estado de derecho.
Frente a los casi absolutos índices de impunidad, la respuesta política ha sido darle la vuelta a la justicia con la prisión preventiva o aumentando años de condenas. Pretender que se hace algo, sabiendo que no solo no se resuelve el problema, sino que se acrecienta.
Diversos actores políticos nos anuncian un día sí y otro también que presentan denuncias sobre distintos temas. Lo que se busca es la nota ya que todo mundo sabe que justicia no habrá. Incluso los medios repiten las frases de la simulación al pretender dar por finalizado un asunto con frases como “se abrió carpeta de investigación”, “se llegará hasta las últimas consecuencias”, “por encima de la ley nadie”.
Las fiscalías del país están controladas como estrategia de gobierno, como proyecto político. La impunidad es funcional para las redes criminales, de protección política y económicas que lucran con ella.
Ningún partido tiene compromiso con abatir la impunidad. Prefieren los arreglos políticos. Cuando son oposición se quejan, cuando son gobierno se justifican, pero nunca se comprometen con la justicia. La justicia nunca es la agenda.
Aun teniendo voluntad política, que no hay, la debacle de la justicia no será resuelta ni a corto ni a mediano plazo. Pensar en mecanismos extraordinarios de justicia con acompañamiento internacional es una de las pocas opciones que tenemos. Impulsar una agenda de verdad y justicia requiere de articulación social potente que hoy no existe.
Qué clase de democracia pretendemos construir si la justicia no es uno de sus pilares.
Jacobo Dayán. Especialista en Derecho Penal Internacional, Justicia Transicional y Derechos Humanos. Se desarrolla como docente, investigador, conferencista, activista, analista, columnista y consultor tanto en México como en el extranjero.