Por Roberto González Elizalde
Después de algunos años residiendo en la Ciudad de México, Lorena Rojas y Adán Medellín dieron el “salto al vacío” y aterrizaron en Tula, municipio de Tamaulipas. Allí decidieron establecer una librería. La nombraron Ítaca, como la isla a la que anhela regresar Ulises y donde lo espera su familia en la Odisea. Sin embargo, el periplo de Lorena y Adán apenas comenzaba.
Cuando estaban listos, la pandemia de la covid-19 aplazó la apertura del local. La contingencia llevó al cierre de locales no esenciales en el estado, además de ahuyentar al turismo que Tula cautiva. Vino una larga pausa de tres meses sin recibir ingresos pero sin desistir de la idea de mantener el lugar; hasta que, finalmente, la situación sanitaria les permitió abrir las puertas y los libros de Ítaca en el mes de julio. Entonces tuvieron que resistir la crisis económica, no obstante, el proyecto “recibió mucho amor”, explica Lorena, lo cual los motivó.
“Tuvimos muy bonitas experiencias con mamás que llevaban a sus hijos, que en principio iban por un café y se quedaban leyéndoles un buen rato; o mamás que nos buscaban para recomendarles lecturas para los niños; se creó un vínculo muy bueno con la población. Y no sólo eso ¡también nos compraban libros!”.
En 2011, Tula fue integrada al programa Pueblo Mágicos como un paliativo al azote de la violencia en Tamaulipas. Lorena señala que los más expuestos siempre son los adolescentes y los niños. “A veces les resulta más fácil conseguir droga que un libros; confiamos mucho en que tener acceso a una biblioteca o a un libro pueda cambiar ciertas cosas para la gente. Ojalá”.
Pasados seis meses en Tula, vino un incremento en la renta de la antigua casa donde estaban establecidos y ya no pudieron solventar el monto. Como Lorena es originaria de Cerritos, San Luis Potosí, que se encuentra a 50 minutos de Tula, les pareció sencillo reubicarse allá. Así anunciaron la reapertura de Ítaca en Cerritos.
El 14 de febrero, después de una mudanza que incluyó 3 mil libros de poesía, novela policíaca, de ciencia ficción, y literatura juvenil, así como libros de consulta (enciclopedias, mapas, biografías, diccionarios) y libros en otros idiomas, Ítaca fue reinaugurada en un establecimiento frente a la plaza principal de Cerritos, y en donde Lorena y Adán desean permanecer por mucho tiempo.
“Fuimos muy bien recibidos. Se notó de inmediato la llegada de la librería. Afortunadamente la gente estaba saliendo un poco más y eso se reflejó en las ventas. Muchos amigos comenzaron a visitarnos e hicimos promoción en redes, así nos dimos a conocer; ya no fue tan difícil como en Tula que fue de llegar a picar piedra”, cuenta Lorena. El largo viaje había terminado.
Formar lectores, difundir la literatura
La cultura no es del todo amable con quienes residen fuera de la capital del país, donde se concentran los talleres, los cursos, las librerías. Un ejemplo: según los registros de Educal, red de librerías que forman parte de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, en Tamaulipas se encuentran cuatro (Nuevo Laredo, Tampico, Matamoros, Ciudad Victoria) y una en San Luis Potosí capital. Ninguna en Tula o en Cerritos.
La intención de descentralizar, sumado al afán por trabajar de manera más cercana con la difusión de la literatura, llevó a Lorena y a Adán a contar con un espacio donde se venden libros pero que también dispone de una biblioteca abierta al público. “Muchas veces se piensa que no hay interés por los libros, mucho menos en municipios pequeños, pero más bien no la gente no cuenta con opciones”.
“Dentro de los municipios, con dificultades mantienen en operación sus bibliotecas públicas -cuando existen-, así que parte de la labor por compartir la lectura, además de librería y cafetería, Ítaca además es biblioteca”. Ésta se fue integrando, primero, con el acervo personal de ambos y, más tarde, con donaciones.
Comenzaron con 3 mil libros; actualmente rebasan los 4 mil, entre cuyo acervo hay libros de literatura, pero también han incluido libros de consulta (enciclopedias, mapas, diccionarios), libros de derecho, libros en inglés.
Mucho se dice si con el aislamiento que impuso el virus, la gente ha comenzado a leer más. Lorena dice que es algo complejo de medir, pero señala que la continua venta en el local puede ser un indicador de que la gente ha tenido la necesidad de asirse a actividades diferentes, entre ellas, la lectura.
“Creo que la pandemia no nos ha dejado otra opción que buscar historias que nos traigan un poco de luz a esta situación. Tal vez sea muy cursi, pero es verdad que con un libro, aunque estés encerrado en cuatro paredes, siempre tienes lugares a dónde ir”.
Sostiene que en Ítaca confían en que la lectura otro modo de vida para la gente:
“La lectura no nos hace superiores de ninguna manera, pero sí tiene el poder de cambiar nuestras perspectivas, nuestras formas de ver el mundo”.
Entre libros, clases y repostería
Dentro de la librería “buscamos tener de todo”, dice Lorena, “desde las novedades, hasta bestsellers, pero sobre todo libros para niños”. Además, dentro de su labor de promoción literaria, se han vinculado con editoriales independientes como Nitro-Press o Palíndroma para surtirse de títulos que no llegan a las grandes cadenas libreras, así como ediciones universitarias y de autores que recurren a la autoedición.
Como complemento a esta promoción lectora, han ofrecido talleres y cursos literarios. Lorena destaca que en fechas recientes integraron un círculo de lectura con mujeres para dialogar y comentar obras de escritoras mexicanas del siglo XX, además de brindarles nociones de creación literaria.
Sin embargo, ante la situación de Cerritos, con mucha de su población en constante migración hacia la frontera con Estados Unidos, Lorena señala que también han impartido clases de inglés para niños ante la petición de padres de familia; son clases con una demanda alta.
Además de las clases de idiomas, a Lorena también le tocó incursionar en algo en lo que siempre había renegado. Sus padres se dedican al negocio de los restaurantes y ella, desde niña, se había mostrado desinteresada con todo lo que tuviera que ver con la cocina.
“Aunque no me encantaba, tampoco me resultaba ajeno, y como la cafetería tenía que tener un extra comencé con los postres y a buscar recetas de mi abuelita. No soy librera, ni tampoco repostera, todo es desde lo empírico. Ahora me encanta preparar postres y a la gente también les han gustado”.
“Queremos que en Ítaca la gente se siente como de vuelta en casa cuando entre aquí, que pueda estar aquí el tiempo que quiera, feliz, cómoda”.
